18 abril, 2024 17:54
Trofeo de la Copa Davis

OPINIÓN GP | FRANCISCO GONZÁLEZ GARCÍA | DESDE EL FONDO DE LA CÁRCEL

Declaraba Rafael Nadal en una entrevista, durante la disputa de la eliminatoria España-Alemania, que el tenis era un deporte donde no hay un tiempo fijo para ganar o perder. Se acaba cuando se gana según las reglas de los sets pero la duración es indeterminada, no hay tiempo de reloj marcado. Es una característica propia de este deporte que junto a otras reglas lo hacen único. Unas reglas que yo no entendía muy bien cuando veía aquellos eternos partidos de Orantes y Gisbert en los primeros años 70, en nuestra primera televisión en blanco y negro, marca Vica. Mi hermana fue quién me aclaró que era aquello del 15-40, el deuce, o cómo se ganaba 6 a 1 o 6 a 4 o 8 a 6, que lio de puntos… y cuándo se sacaba en un lado y luego en otro. Seguramente lo inventaron los ingleses.

En esa duración indeterminada hubo que intervenir hace años introduciendo el desempate (el tie-break, inglés; o juego decisivo de los franceses) cuando se llegaba al empate a seis juegos, para con ello evitar la prolongación indefinida de juegos hasta conseguir la victoria por dos juegos de diferencia. Eran aquellos 14-12, 20-18… que en ocasiones se producían. Incluso en el quinto set ya hay desempate para evitar esas situaciones. Todos estos cambios permiten que el juego sea más dinámico y más atractivo para los espectadores, en particular para las televisiones y para el negocio.

Y como todo va siendo negocio en esto del deporte, es por ello que hay una propuesta para modificar el formato de la competición de la Copa Davis. En definitiva para acabar con ella en su forma actual y convertirla en una especie de campeonato del mundo por países, o algo similar, con una sede fija y otras cuestiones que simplemente dan por finiquitado lo que siempre se ha entendido por Copa Davis. Un vil crimen en toda regla.

Cierto es que la Copa Davis ha sufrido cambios desde 1900, cuando se disputo por vez primera; en particular en 1972 cuando el campeón del año anterior dejó de estar clasificado directamente para la siguiente final. Luego desde 1981 apareció la estructura en grupos o niveles mundiales. Y cierto es que para los jugadores de élite supone en muchos casos una patata caliente tener que jugar por su país en pistas no habituales y con público en contra. Pero eso es la Copa Davis o al menos eso es lo que hemos visto durante muchos años, eso es lo que hemos disfrutado y sufrido los aficionados durante décadas.

Lo vivido este fin de semana en la plaza de toros de Valencia es la Copa Davis en estado puro. El sufrimiento de ver perder el partido de dobles. La gozada de Nadal ganando a Zverev y con ello toda la emoción que se venía para el siguiente partido. David Ferrer agarrándose a la tierra que volaba, el gran juego del contrincante alemán, el público gritando David, David…, los banquillos de ambos equipos jaleando a sus jugadores, la cara de los aficionados de los dos países que pasaban de la esperanza a la desesperación… eso es la Davis.

Si se impone un nuevo formato, por el dinero, por el calendario, por las televisiones, le podrán llamar como quieran pero ya no será la Davis. Ya ninguna ciudad podrá vibrar con sus jugadores, con su país y su bandera. Ya no se podrá vencer en territorio ajeno, ya no habrá gestas. Bastantes exhibiciones, ATP 250, 500 o 1000 hay a lo largo del año, ya hay trofeos máster. No nos maten la Davis.

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